lunes, 25 de mayo de 2009

FANNY MIKEY

“Mirar hacia atrás... tal vez eso no va conmigo en ningún sentido. Pero sí, lo confieso, ahora tengo una mirada memoriosa.

Es cuando elevo los ojos a un cielo oscuro y profundo y van apareciendo cientos de estrellas y la bóveda inmensa de todo un tiempo vivido me cobija y sobrecoge.

Siento felicidad y doy gracias a la vida por todos esos amigos maravillosos, por mi hijo, por las personas hermosas con las cuales dibujamos constelaciones y luchamos por sembrar sueños con firmeza en esta entrañable tierra que es nuestra Colombia.

Mirar hacia dentro... eso también es difícil que lo pueda afirmar pues me pertenezco al público y de mí adentro lo único que me interesa es el amor. Realmente, es lo único que vale la pena cultivar, hablar de él, vivirlo. No se puede amar sin abrirse, y abrirse es aceptar el riesgo de sufrir. No es algo que se pueda controlar. Así es el arte, riesgo y obsesión. Así he aceptado vivir mi vida, así estoy comprometida con el futuro y por eso quiero dormirme soñando que voy andando y andando haciendo un mundo mejor.”

No hay peor ciego que el que no quiere ver

La madre lengua
Por: Ximena de la "D"

Eso comprendí el pasado 23 de Abril en la conferencia ofrecida por la conmemoración del día del idioma, y fue allí donde tome conciencia del verdadero acto comunicativo, ya que conciente o inconcientemente siempre se está comunicando, es un arma de doble filo, pero también es el mejor arte que el hombre sin pensarlo pudo crear.

El hombre es un todo en la comunicación y que por ende sin él, participar en un acto comunicativo no sería posible, es un excelente seguimiento a la parte escondida de la persona, a esa lengua que siempre creemos no evoluciona y se concibe inmersa en un mundo tan literato como este. De allí surge nuestro lenguaje, que no es más que la manifestación sensible del poder que tiene el hombre de penetrar en la realidad, más allá de la multiplicidad de estímulos, es la mezcolanza de códigos ocultos detrás de cada palabra, cada elemento y cada situación de la vida diaria.
En una opinión propia, fue allí, en esa conferencia donde encontré el argumento más eficaz y contundente a la respuesta que desvelaba mis sueños en las noches: ¿por qué estudiar Comunicación Social – Periodismo? El comunicar esta en todo, el encontrar las palabras detrás de un gesto, el significado oculto en medio de una mirada, la semiótica inmersa en el mundo platico de hoy. No es difícil, e insisto en una cosa que siempre he dicho, no estamos en busca de la receta secreta de la coca – cola, ni mucho menos es algo complejo e imposible.
“Comunicar es tan solo ejercer la calidad de ser humano”

"EL OLVIDO QUE SEREMOS"

Héctor Abad Faciolince

Por: Ximena de la "D"

Escritor de día y de noche, Héctor Abad Faciolince le jugó a la literatura y al periodismo; es un escritor, editor y periodista nacido en Medellín, Colombia, en 1958. Un antioqueño brillante quien fue el autor de El olvido que seremos, novela que apunta a recordar y revivir a su padre asesinado ya varios años atrás. Es un libro desgarrador, escrito con dolor, pero más que con dolor con sangre, es también una ampliación de su breve poema “Mementos” (1999).

Para Abad, su padre es el ejemplo a seguir, en su libro comienza contando su niñez, y en las 274 páginas siguientes no deja el orgullo y la felicidad que siempre siento al lado de él, aunque con algunos tropezones de la vida. Es una lenguaje no literario, sino sentimental, no gramático o estructural, sino más bien el lenguaje del alma, del olvido y del dolor, llevándolo hasta el papel con un lenguaje sencillo y claro, en donde habita la poesía, siempre seguro de lo que dice, pero eso lo saco a su padre quien fue asesinado por opinar, por opinar en contra de quienes tenían en ese tiempo el poder, solo por eso.

Héctor Abad, hace del olvido que seremos, como lo expresa el mismo, un simulacro de recuerdo, una prótesis para recordar, un intento desesperado por hacer un poco más perdurable lo que es irremediablemente finito.

A lo largo de sus páginas vivencia a su padre, a quien lo cataloga como un padre ejemplar, íntegro, moral, leal y hasta perfecto. Es tanta la adoración que siente por su padre que sabe que algún día lo olvidará, e inventa la estrategia más maravillosa: recordarlo en un libro, que no solo leerá él, o sus amigos o su familia, sino más personas de aquí o de allá, ahora él mismo los ata a que no olviden a su padre, a que él no sea ese olvido en el que todos alguna vez caeremos.

Cuando empieza el camino del recordar, del revivir a su padre en su libro, lo hace de una manera poética, del alma y más del presente que del pasado. Y lo termina, con la aceptación de que su padre será el olvido que Borges decía ese “olvido que seremos”.


Sencillo, prudente, tranquilo, lo que su semblante expresa sus palabras lo confirman. Así es Héctor Abad Faciolince. El periodista y escritor paisa es un hombre de respuestas cortas, siempre seguro de lo que dice. Eso lo evidencia en su libro. Y en un apunte el título de su libro se debe a un poema encontrado en el bolsillo de su padre el día en que lo mataron, de Borges que comenzaba “el olvido que seremos”.

Porque asegura que: “Para protestar contra la violencia he decidido tomar una pluma en vez de un arma”

¡Que nombre tan bonito!:



Ley de justicia y paz


Por: Ximena de la "D"



Sí, aunque digan y sigan diciendo que la ley de justicia y paz es el invento del siglo, no es más que la patraña de un gobierno que pactó con el mismo diablo.

La ley de justicia y paz, fue aprobada exactamente el 25 de Julio del año 2005, con 72 artículos junto a los jefes políticos Luis Humberto Gómez Gallo, Emilio Ramón Otero Dajud, Zulema Jattin Corrales, Angelino Lizcano Rivera, Sabas Pretelt de la Vega, Alberto Carrasquilla Barrera, Camilo Ospina Bernal y el presidente de la república Álvaro Uribe Vélez, quienes la mayoría están en proceso de investigación por la famosísima “parapolítica”.

La ley de justicia paz, en un principio y como un sueño utópico quería facilitar: procesos de paz, una reconciliación nacional, un acuerdo humanitario, abrir la puerta a los derechos de las víctimas a la administración de justicia, la reincorporación a la vida civil de los miembros de GAOML, todo esto y mucho más, pero a vuelo de pájaro esto se oye demasiado bonito, sin embargo la verdadera ley 975 de 2005, no es más que la cortina de humo que nace para sesgar a las víctimas de masacres y crueldades a manos de grupos paramilitares.

Pero a todas estas, ¿dónde está la justicia y la equidad para las víctimas del conflicto armado?, y a esto doy una respuesta: “no hay justicia y por ahora no la habrá”. ¿Será justo que un hombre llamado Salvatore Mancuso comandante de las AUC (autodefensas unidas de Colombia), tenga encima más de 300 asesinatos, 1700 víctimas, y es extraditado a los Estados Unidos para pagar una condena por el delito de narcotráfico, y en Colombia los delitos de Lesa Humanidad queden en el olvido? ¿Sigue siendo justo que la condena para estos monstruos instaurada en el artículo 18 de esta ley sea de 5 años mínimo y 8 máximos? Y que si confiesan sus delitos sin ningún reparo, con tanta frialdad tengan una rebaja de pena ¿Sigue siendo justo? Yo no lo creo.

A través de estas extradiciones se abrió la puerta a un nuevo mecanismo de impunidad, pues los delitos bajo los cuales se les juzgará no corresponden a los de Lesa Humanidad, sino a los de narcotráfico, ocultando y desdibujando su responsabilidad en las violaciones de los derechos humanos y la del estado colombiano.

Hay más de 300 mil desplazados en toda Colombia que están pagando por lo errores de este gobierno, que solo sabe decir: “trabajar, trabajar y trabajar”, ¿pero será que no podrán pensar en el dolor de las víctimas, en el horror que vivieron los días de la masacre, en el sufrimiento de su gente? No, porque no fueron ellos quienes vieron morir degollados, masacrados, y hasta torturados a sus familiares, no son ellos quienes tienen que pasar días enteros sin comer y sin dormir por el miedo a otra represalia de las AUC.

Una ley que desde el principio y hasta el final, ha defendido a capa y espada a los paramilitares, porque no se hizo con el fin de juzgarlos sino más bien de protegerlos, siendo esto una ofensa hacia la conciencia ética de la humanidad.

Ahora mis preguntas son, en tanto los señores Salvatore Mancuso, Rodrigo Tovar, Diego Fernando Murillo, Francisco Javier Zuluaga, Diego Alberto Ruiz, Guillermo Pérez Alzate, Ramiro Vanoy, Juan Carlos Sierra, y otros jefes paramilitares son extraditados a Estados Unidos para pagar los delitos por narcotráfico, ¿qué pasará con las casi 15 mil personas desaparecidas en Colombia? ¿Con las 3 mil fosas comunes ubicadas en diferentes lugares del país, donde estos jefes paramilitares actuaron?, ¿con las 8 millones de hectáreas apropiadas de manera ilegal en desarrollo de sus crímenes? ¿Qué pasará con los derechos de las víctimas de estos crímenes? ¿Por qué no se actúo en defensa de los derechos de las víctimas de los crímenes de Lesa Humanidad? Y ¿por qué la fiscalía no defendió la posibilidad de que los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación integral se pudieran favorecer?

De todo esto se pueden concluir muchas cosas, pero la primera es que en este país aunque se implante leyes con bonitos nombres nunca habrá una justicia, una verdad, una reparación y mucho menos una paz para las víctimas del conflicto armado. O como lo dice Héctor Abad, “una palabra se cambió: reparación por paz, y uno se traga ese cambio. Pero otra voló: verdad. Y ahí es donde se nota qué es lo que no quieren que se sepa: la verdad. Uno puede renunciar a un castigo proporcional si al menos se dice la verdad. Pero si a la impunidad se une la mentira, no vamos por el camino de la justicia, ni de la paz”


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